En ciertas partes de la atmósfera puede suceder que
capas de aire de varias centenas de metros de espesor desciendan hacia las
partes inferiores. Este proceso que se puede desarrollar sobre una gran
extensión es conocido con el nombre de subsidencia.
El aire de las capas bajas que fluye hacia el
exterior de la región considerada es reemplazado por el aire que desciende de
las capas superiores. A su vez, a niveles superiores, debajo de la tropopausa,
el aire descendente es reemplazado por aire que fluye hacia el interior de la
región. La velocidad del movimiento descendente adquiere su máximo hacia la
mitad de la troposfera.
En el aire que se extiende horizontalmente cerca de
la superficie terrestre, el espesor de una capa de aire subsidente decrece en
el transcurso de su movimiento. Lo cima de la capa desciende entonces más que
la base.
El aire subsidente se calienta debido a que sufre una
compresión adiabática al acercarse a presiones más altas en las proximidades de
la superficie. La parte superior de la capa, que ha sufrido una subsidencia más
fuerte que la base, se calentará más que esta última. Si la parte superior de
la capa subsidente adquiere así una temperatura más elevada que la base, se
forma una inversión de subsidencia.
La subsidencia está asociada a las zonas de altas
presiones (anticiclones). La convergencia en altitud puede provocar un alza de
la presión en las capas bajas. Una divergencia de las capas bajas puede
entonces producirse al principio bajo la influencia de la fuerza del gradiente
de presión dirigida hacia el exterior de la región. Sin embargo, la fuerza de
coriolis, que aumenta con la velocidad del viento, tiende progresivamente a
equilibrar la fuerza de presión.
Sin embargo, el aire no fluye enteramente en la
dirección de las isobaras. El rozamiento provoca siempre un cierto flujo a
través de las isobaras, lo que contribuye a la divergencia de las capas bajas.