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jueves, 3 de octubre de 2013

Detección de las tormentas




Las tormentas son fenómenos de escala media y, a menudo, es difícil detectarlas en los mapas sinópticos normales debido a la separación de las estaciones de observación.

Algunas veces, una red de observación más densa en una región limitada, por ejemplo: en las proximidades de un aeropuerto importante, permite, por un análisis más detallado, detectar tormentas locales.

En los últimos años, se utilizan cada vez más equipos electrónicos para localizar las tormentas. Uno de los métodos empleados consiste en determinar la posición de las descargas eléctricas de las tormentas. Como los relámpagos provocan parásitos radioeléctricos, este hecho puede utilizarse a tal fin.

Cuando se produce un relámpago, una parte de su energía se emite en forma de ondas radioeléctricas de baja frecuencia que siguen la curvatura terrestre debilitándose muy lentamente y pueden ser detectadas a millares de kilómetros de distancia.



A los parásitos que resultan de los relámpagos, a menudo, se les llama abreviadamente atmosféricos. El material utilizado para localizar su origen se llama equipo de detección de atmosféricos. Un cierto número de estaciones muy separadas, unidas por teléfono o por radio, determinan simultáneamente la dirección de una misma descarga cuya posición puede así ser calculada por triangulación. Las observaciones de atmosféricos permiten detectar tormentas situadas a dos o tres mil kilómetros sobre los océanos o regiones deshabitadas.

También pueden detectarse tormentas con la ayuda del radar. Un tipo especial de transmisor de radio emite ondas de cierta longitud de onda que son reflejadas, difundidas y absorbidas por las gotas de agua y los cristales de hielo.

Cuando estas partículas tienen dimensiones superiores a cierto límite, parte de la energía puede ser devuelta en dirección al emisor y recibida por una antena receptora. Entonces las señales reflejadas pueden observarse en forma de ecos sobre una pantalla catódica.

Las gotas de lluvia y los cristales de nieve son lo suficientemente grandes paro producir ecos en el radar. Por este procedimiento puede observarse la configuración de los precipitaciones a varios cientos de kilómetros de distancia. Estos ecos de las tormentas tienen forma y evolución características.

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