La niebla
está generalmente formada por gotitas de agua; pero, en determinadas
circunstancias, puede contener cristales de hielo. Se pueden observar
"nieblas heladas" en latitudes altas cuando la temperatura es
inferior a -20° C, a condición de que el viento sea débil y que la situación sea
favorable. En los terrenos elevados, puede considerarse la niebla como una nube
al nivel del suelo. Puede ser uno de los tipos de nubes que se forman por
ascendencia adiabática.
Sin embargo,
en general, la condensación tiene lugar preferentemente por la presencia de una
superficie fría subyacente. En este caso, se producen dos tipos distintos de
niebla:
A)
niebla de radiación, que resulta del enfriamiento del suelo par la radiación
nocturna;
B)
niebla de advección, provocada por la advección del aire, relativamente cálido,
sobre una superficie fría.
Las nieblas
de radiación se producen durante una noche despejada. El suelo se enfría por
radiación y el aire que está en su contacto se enfría por conducción. Sin
embargo, debido a que el aire es mal conductor del calor, el enfriamiento puede
limitarse a algunos centímetros de aire sobre el suelo. En estas condiciones
puede formarse rocío o escarcha blanca sobre el suelo que está más frío, lo que
disminuye el vapor de agua del aire.
No obstante,
por poca turbulencia que haya, producirá una mezcla de aire de esta forma, el
enfriamiento puede propagarse hasta un espesor mayor. Si la turbulencia es
suficiente, pueden formarse stratus.
Con una
turbulencia moderada, causada por viento débil, se puede formar niebla. Las
condiciones para la formación de niebla son bastante reducidas y a causa de
situaciones locales particulares, la niebla se forma más fácilmente en
determinados lugares. De una manera general, las condiciones necesarios para la
formación de niebla de radiación son: punto de rocío bastante elevado,
enfriamiento suficiente durante la noche y ligera turbulencia.
La niebla de
advección se forma cuando se desplaza aire hacia regiones oceánicas o
terrestres más frías, siendo la temperatura de la superficie inferior al punto
de rocío del aire en movimiento. Sobre tierra, el enfriamiento por radiación
intensifica los efectos de la advección cuando el aire cálido y húmedo procede
del mar. Es lo que podría llamarse niebla de radiación y de advección.
Igualmente
la advección es la causa de la formación de nieblas en formo de humaredas en la
superficie del mar. No obstante, en este caso el aire frío conducido por
advección sobre una superficie de agua más cálida proporciona por evaporación
el vapor de agua. El efecto es similar al que se produce en invierno sobre el
agua caliente de una bañera.
Esta forma
de niebla no implica ningún enfriamiento del aire; por el contrario,
experimenta un determinado calentamiento. La niebla resulta de una adición de
vapor de agua al aire frío no saturado. Estas nieblas no se producen sino sobre
superficies acuáticas en la proximidad de focos de aire frío tales como tierras
cubiertas de nieve o bancos de hielo en los mares polares.
Los diversos
tipos de nieblas estudiados anteriormente podrían ser considerados como nieblas
de masas de aire, ya que resultan del enfriamiento en el interior de una
extensa masa de aire más o menos uniforme.
Por el
contrario, una niebla frontal resulta de la interacción de dos masas de aire.
Puede producirse de dos maneras: una de ellas es consecuencia del descenso de
la base de las nubes hasta el suelo, tras el paso de un frente, con más
frecuencia sobre las colinas o en montaña que en el llano.
Otro tipo de
niebla frontal se origina de la saturación del aire por una lluvia continua. Se
puede alcanzar así el punto de rocío sin que el aire de las capas bajas se
enfríe. Estas condiciones pueden realizarse en el aire frío antes del paso de
un frente cálido. Las nieblas prefrontales asociadas a los frentes cálidos
pueden ser muy extensas.
Las nieblas
reducen considerablemente la visibilidad y cambian uniformemente todos los
colores del espectro de la luz visible. Los procesos físicos que provocan la
niebla pueden igualmente producir neblina. En meteorología se considera que se
trata de niebla y no de neblina cuando la visibilidad es inferior a 1 km.
La mayor
parte de las nieblas se disipan por turbulencia o por calentamiento. Aunque la
turbulencia sea necesaria paro su formación, un aumento de la misma puede
disiparlas: el aire más cálido y más seco se mezclo con la niebla y las
partículas que la forman se evaporan.
La radiación
solar es absorbida por el suelo (y ligeramente por la niebla). El suelo a su
vez calienta el aire con el que está en contacto y las partículas que forma la
niebla se evaporan.
Sin embargo,
es preciso recordar que la superficie superior de la niebla es similar a la de
las nubes. Por consiguiente, refleja uno parte de la radiación solar incidente,
por lo que reduce la cantidad que llega al suelo. El calentamiento del suelo es
entonces bastante inferior a lo que sería con cielo despejado y sin niebla. La
niebla tiende, pues, con su sola presencia, a protegerse de su disipación a
causa del calentamiento por radiación solar.