Las tormentas son fenómenos de escala media y, a
menudo, es difícil detectarlas en los mapas sinópticos normales debido a la
separación de las estaciones de observación.
Algunas veces, una red de observación más densa en
una región limitada, por ejemplo: en las proximidades de un aeropuerto
importante, permite, por un análisis más detallado, detectar tormentas
locales.
En los últimos años, se utilizan cada vez más equipos
electrónicos para localizar las tormentas. Uno de los métodos empleados
consiste en determinar la posición de las descargas eléctricas de las
tormentas. Como los relámpagos provocan parásitos radioeléctricos, este hecho
puede utilizarse a tal fin.
Cuando se produce un relámpago, una parte de su
energía se emite en forma de ondas radioeléctricas de baja frecuencia que
siguen la curvatura terrestre debilitándose muy lentamente y pueden ser
detectadas a millares de kilómetros de distancia.
A los parásitos que resultan de los relámpagos, a
menudo, se les llama abreviadamente atmosféricos. El material utilizado
para localizar su origen se llama equipo de detección de atmosféricos. Un
cierto número de estaciones muy separadas, unidas por teléfono o por radio,
determinan simultáneamente la dirección de una misma descarga cuya posición
puede así ser calculada por triangulación. Las observaciones de atmosféricos
permiten detectar tormentas situadas a dos o tres mil kilómetros sobre los
océanos o regiones deshabitadas.
También pueden detectarse tormentas con la ayuda del
radar. Un tipo especial de transmisor de radio emite ondas de cierta longitud
de onda que son reflejadas, difundidas y absorbidas por las gotas de agua y los
cristales de hielo.
Cuando estas partículas tienen dimensiones superiores
a cierto límite, parte de la energía puede ser devuelta en dirección al emisor y
recibida por una antena receptora. Entonces las señales reflejadas pueden
observarse en forma de ecos sobre una pantalla catódica.
Las gotas de lluvia y los cristales de nieve son lo
suficientemente grandes paro producir ecos en el radar. Por este procedimiento
puede observarse la configuración de los precipitaciones a varios cientos de
kilómetros de distancia. Estos ecos de las tormentas tienen forma y evolución
características.